En la última edición del Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Sitges se programó la proyección de la película “A serbian film” (“Sprski film”, Srdjan Spasojevic, 2010).
Se tomaron medidas de control para evitar que a la proyección pudiesen acceder menores pidiendo el DNI a todos los asistentes antes de dejarlos acceder a la sala, se avisó de que el contenido podía herir la sensibilidad del espectador por las duras escenas que contenía.
¿Y que era lo que podía horrorizar al espectador? Básicamente “A serbian film” narra la “segunda oportunidad” que se le concede a un ex actor porno de volver a ganar un dinero por parte de un director de cine con gustos más bien extremos, abocándolo a una espiral de violencia y sexo filmado mucho más allá de los límites razonables.
Esa es la metarrealidad del film, un descenso a los abismos insondables de la enfermiza mente de un desquiciado que arrastra en su caída al protagonista que cada vez va dejándose arrastrar más adentro de ese Reverso Tenebroso hasta el punto de que dos de las escenas de la película han servido para que la justicia española se dirija contra Angel Sala, director del mencionado Festival de Sitges acusado de delitos contra los derechos de la infancia, exhibición de pornografía infantil hasta el punto de que la Fiscalía imputa a Sala “incitación a la normalización de la pederastia y la pornografía infantil“.
En un momento de la película el protagonista sodomiza a su propio hijo (sin saber que es él hasta poco después) y también asistimos (la acción tiene lugar fuera de plano) a la violación de un recién nacido.
Durísimo, desagradable hasta el extremo, enfermizo hasta la náusea, quizá innecesariamente estomagante. Pero no deja de ser una película.
Alguien dijo alguna vez que el cine son 24 mentiras por segundo, pero hay quien sigue sin darse cuenta de ello.
En “A serbian film” ningún padre ha sodomizado a su hijo, ninguna mente desquiciada ha dado rienda suelta a sus más bajos y desequilibrados instintos violando a un recién nacido (insistimos, fuera de plano).
En su lugar un actor ha simulado practicar el sexo con otro actor y un muñeco de plástico mostrado unos segundos a cámara ha servido de excusa para que otro actor por referencias a lo que el espectador no ve le haga creer que sucede (en el universo ficticio de la película) lo que no ha sucedido nunca ante la cámara ni en el estudio ni en ningún sitio.
La libertad de expresión del director y guionista Srdjan Spasojevic al contarnos esta historia extremadamente violenta y repulsiva no ha sido cuestionada en festivales en los que ha sido premiada como Montreal (mejor película y premio de oro a la mejor película europea y premio a la película más innovadora), Oporto (premio especial del jurado) o su propio país natal, Serbia, donde también ha obtenido premio al mejor guión.
Medio mundo ha podido asistir a la proyección de esta película, al igual que en Sitges con las prevenciones de rigor por su duro contenido. Austin, Bruselas, Cannes, Estocolmo, Helsinki, Hamburgo, Ravenna, San Francisco, Sofía, Toronto… en ninguno de estos lugares la cinta ha sido perseguida ¡y mucho menos el exhibidor!
Pero en España, donde el Quijote proclamaría “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”, por una vez no ha sido la institución religiosa la que “persigue comportamientos escandalosos” sino la propia Fiscalía la que se dirige contra la libertad de expresión y además dando golpes en la dirección errónea.
Estamos hartos (en cualquiera de los dos sentidos) de ver en el cine asesinatos, violaciones, mutilaciones… el género de terror lucha (hasta conseguirlo, en el caso de “Saw VI”, que tuvo que estrenarse meses después de la fecha inicialmente prevista porque fue calificada X debido a lo extremo de su violencia) por mostrar las muertes más sanguinolentas, horribles y realistas y gracias a los constantes avances de los efecto especiales y digitales ya todo es posible.
El cine más comercial también abunda en la representación gráfica y explícita de la violencia y no faltan ejemplos de aclamadas y taquilleras películas, por poner un ejemplo, en que una chica vestida de amarillo riega la pantalla con sangre como para regar un bancal a base de cercenar miembros de un centenar de espadachines.
¿Incita eso a la violencia? ¿por qué no ponemos reparo a que en el cine se viole y se mate “alegremente”, cuando son los delitos que todos los ordenamientos jurídicos suelen castigar más duramente? La representación fílmica de estos comportamientos no está penada (¿todavía?) y hablamos de circunstancias que cuando suceden en la vida real son traumáticas, causan dolor y dejan graves secuelas alrededor de la víctima.
Pero seguimos dejando que el arte (el cine, la literatura, la pintura…) represente lo prohibido, lo delictivo, lo inmoral, que el artista tenga libertad para exponer su concepto, su discurso y su posicionamiento, y lo compartiremos o no, nos desagradará o no, nos repugnará o nos encantará, pero no deja de ser una representación, una provocación o una reflexión… y ya tiene que ser la cosa muy rebuscada para que el autor nos proponga cometer un delito con su obra y el espectador renuncie a su voluntad para convertirse en instrumento del artista y decida seguir sus instrucciones.
Y ahí hablamos de un enfermo que recibe órdenes de “El guardián en el centeno” y decide pegarle un tiro a un presidente de los Estados Unidos o matar a uno de los Beatles.
Steven Spielberg representó como nadie el Holocausto en “La lista de Schindler” y nos mostró el horror que se apoderó de Europa a mediados del S. XX. Creo que nadie le ha acusado de ningún delito relacionado con el ataque a la memoria de los judíos ni a la dignidad de los alemanes por ser de esta nacionalidad los “malos” de su película. Y Spielberg trabajaba con hechos que tuvieron protagonistas reales, susceptibles de controversia, puntualizaciones, equívocos, revisionismos, negacionismos…
Spasojevic, el director de “A serbian film” se ha inventado los personajes, las situaciones y las acciones de los protagonistas de su película. Todo ha salido de su cabeza, nadie le puede discutir si sus personajes hacen o dejan de hacer. Ha contratado actores para que simulen violar como Spielberg contrató actores que simulaban meter en hornos crematorios y pegar tiros en la nuca a los judíos.
De pertenecer al mundo real, todos esos hechos son abominaciones inhumanas. Pero pertenecen al mundo de las ideas, son representaciones, son mentira. Y las ideas no deberían delinquir.
Escrito por Antonio Rentero
Publicado 14 Marzo, 2011
Archivado en España,Política General y etiquetado A serbian film, Angel Sala, gore, libertad de expresión, pornografía infantil, recién nacido, Sitges, violación